La Historia ¿se repite? Análisis
Alots Gezuraga
Es el título de un artículo de Alfredo Igartua Ayerra en el Diario de Noticias de Navarra (Martes, 4 de Agosto de 2015), en ella hay varios falsos tópicos que no me resisto a comentarlos, pero sobre todo novedades interesantes e importantes.
En cuanto a los tópicos falsos, tenemos éste: “Claramente definida en la cartografía de Estrabón (¿?), Navarra limitó al oeste por las tribus de los várdulos, caristios y autrigones, hoy las provincias vascas; al sur por los berones; al este por los ilergetes y al norte por los montes Pirineos”. Es un anacronismo mezclar Nabarra que nace en el siglo IX y aparece escrito “nauarri” por primera vez en el año 769, con los Pueblos euskaros de los que no hay mención alguna sobre ellos desde los siglos IV-V; es como meter un dinosaurio con un hombre de Cromañón. Tampoco se puede confundir varios Pueblos euskaros con las “provincias vascas” nacidas en la Edad Media y en referencia a la CAV, creada hace menos de 40 años y con el que no coinciden en gran parte estos Pueblos pues faltan tierras de lo que hoy es Burgos, Cantabria, La Rioja o la propia CFN como veremos.
En realidad Alfredo Igartua se refiere a los baskones que es el plural de “vascus” según Julio Caro Baroja, nombre que quiere evitar inútilmente el autor para diferenciar la CAV (vascos) de la CFN (nabarros), dicotomía reciente como estas dos divisiones administrativas españolas. Los baskones prerromanos diferían bastante de Alta Nabarra o la CFN actual al estar asentados también en tierras hoy alabesas, gipuzkoanas, riojanas, labortanas y aragonesas, quedando fuera parte de la CFN: se trata de los valles de La Burunda y la Tierra de Aranatz, el valle de Lana y el alto valle Ega (Marañón y Aguilar de Codés) que son bárdulos, la frontera con los baskones sería el río Urederra y el río Ega a su paso por Lizarra (luego la villa nabarra de Estella). Además, ¿dónde quedan los nabarros de ultrapuertos?
En otra parte del artículo se menciona la conquista de la parte medular del reino (que no de todo él): “El 24 de julio de 1512, ¡qué barrunto de fechas!, trajo días de cambio para Navarra, se firmaron sus capitulaciones con Fernando el Católico, ayudado en sus pretensiones por Luis de Beaumont, tercer conde de Lerín, con ellas, aún respetando sus Fueros, pasaba a formar parte de la corona de España veinte años después de la conquista de Granada”. Sí pero no, Nabarra siguió un siglo más y sus reyes intentaron por las armas recuperar lo que por las armas fue conquistado (1512-1524): nuestro Estado. Pero lo intentaron también mediante la diplomacia e incluso con diferentes matrimonios que no salieron adelante, el último el de Juana III de Labrit (1528-1572) con Felipe II de Habsburgo que después mandó asesinarla.
Pero nuestros Jefe de Estado o soberanos, no sólo querían recuperar las tierras invadidas en 1512, sino todo el reino, también la Nabarra occidental como aparece en la documentación oficial del reino, por ejemplo cuando el último rey que gobernó Alta Navarra, Enrique II “el sangüesino”, mandó al escribano Miguel de Olite “hacer probança” de cómo el reino nabarro comprendía: “Guipúzcoa, Bizcaya y Alaua y mucha parte de Rioja hasta el olmo de Burgos (…)”.
Sigue Alfredo Igartua cayendo en errores de la historia mal enseñada a nuestro Pueblo cuando afirma: “Navarra ha sobrevivido a lo largo de su Historia a la traición de Casio, el cuñado de Enneco Arista, adelantado del reino hispano-godo en Tarazona, que se rindió sin resistencia al avance musulmán, convirtiéndose al Islam, dando nombre a los Banu Qasi, moradores durante más de dos siglos de las tierras de la Ribera y haciendo vasallo al propio rey de Pamplona, Iñigo Arista”. Los Casio eran baskones y no godos, como lo demuestra su nombre romano no germánico o su primer hijo de nombre baskón (Fortún). El “tercer rey de Hispania” como aparece en las crónicas asturianas de Alfonso III (s. IX), Muza ibn Muza, era en realidad hermano uterino de Eneko además de cuñado y no está claro que fuera vasallo de los godos como lo fue del califa cordobés, con el que este gran guerrero mantenía cierta independencia en esos tiempos como queda claro, lo cual fue importante para el nacimiento del reino Pamplona-Nabarra al sur del ducado de Baskonia (que para entonces tenía más de 200 años) del cual es heredero.
Lo que no le niego a Alfredo Igartua son varias grandes verdades, de las cuales muchos no quieren darse cuenta pues están en todos nuestro libros de todos nuestros grandes historiadores de los últimos 2 siglos. Nuestro relato de nuestra historia tiene que volver al reino de Nabarra y no al aranismo que, desde el sinsentido histórico del que nació (“Bizcaya por su independencia”, el primer libro de Sabino Arana), está creando un sinsentido político: negar la centralidad el Estado baskón de Nabarra en nuestra historia.
Somos los demás nabarros, los marítimos, los occidentales o los continentales, los que tenemos que volver a nuestro reino cuya centralidad la marca la capital Pamplona-Iruña y por tanto Alta Navarra, Estado el cual sigue sometido por el ejército franco-español. Bien dice Alfredo Igartua: “El reconocimiento hecho público por la presidenta electa (Uxue Barkos) de pertenecer a una minoría de pensamiento, trae aires de sinceridad y cercanía. (…) ¿Habrá una silenciosa cesión administrativa que colme el delirio de Arana? Se notan aires de cambio, ¡ojalá no haya temporal!” Al revés,¡Ojalá lo haya!
El principio del interesante artículo “La Historia ¿se repite?” lo pondría al final, como colofón y camino a recorrer por este Pueblo: “La clara voluntad colectiva de un pueblo para armonizar su vida bajo un poder; con un sistema de vida autóctona, independiente del ámbito vecino, armonizado bajo sus propias leyes y normas, en una determinada porción geográfica y sustentado sobre tres instituciones como son: rey, Fueros y Cortes es lo que puso nombre, desde hace más de un milenio, a un pequeño rincón del mundo llamado Reyno de Navarra”.