POR QUÉ VOTAR NO ES LA VÍA

POR QUÉ VOTAR NO ES LA VÍA
Alots Gezuraga


Los modelos totalitarios clásicos cayeron en Europa uno tras otro y muy a su pesar: las monarquías absolutistas, los Estados fascistas, las diferentes dictaduras e incluso los Estados llamados comunistas. La presión de los Pueblos europeos oprimidos bajo su yugo –aún vivos después de todo-, hizo que los gobiernos tuvieran que afinar el modelo para no perder ni un ápice de poder. Como ya lo adelantó Alexis de Tocqueville (Francia 1805-1859): “el totalitarismo moderno sólo se puede imponer revestido de democracia”. El totalitarismo, por tanto, va tomando diferentes formas según conveniencia y devenir histórico.

Era de la misma opinión el prestigioso catedrático en historia por la universidad de Southampton J.M. Roberts (1928-2003) en su libro “Historia Universal”, que incluso concretaba: “Hitler, Stalin, Franco u otros desaparecidos adalides del fascismo, se convierten en chivos expiatorios para exculpar a regímenes que nos son sino remozada continuación de los que aquellos guiaron y sostuvieron”.

En el caso español el profesor y filósofo J. L. López Aranguren (Ávila 1909-Madrid 1996) lo tenía también muy claro: “vivimos en un régimen que, bajo apariencia de democracia, tiene un poder absoluto”. El Estado totalitario hoy se viste de democrático e incluso intenta hacerse pasar por Estado-nación para poder subsistir y confundirse con la mayoría –pero una mayoría controlada por el gobierno-. 

Así logra imponerse a los Estados o naciones que aún mantiene en su seno y que no son el suyo de manera aceptable para el resto del mundo. 

Pero, “una ley que determina que es la mayoría quien decide en última instancia el bien de todos no puede edificarse sobre la base adquirida precisamente por esta ley; es preciso necesariamente una base amplia, y esta base es la unanimidad de todos los sufragios” F. Nietzsche (1844-1900).

Esa votación previa a la democracia por la que un Pueblo acepta formar parte de otro jamás se dará en un Estado totalitario (derecho de autodeterminación o incluso malamente disfrazado de “derecho a decidir”), por tanto, tampoco es el medio para salir del mismo. 

En los Estados totalitarios actuales como el español o el francés, es perfectamente aplicable lo que decía Ken Livingstone, el alcalde laborista de Londres entre los años 2000 y 2008: “Si las elecciones servirían para algo, las suprimirían”.

El imperialismo que oprime, menosprecia, ningunea e incluso niega la existencia de los Pueblos o naciones que explota, no es más que un modelo de Estado totalitario, condenado a tener grandes sobresaltos cada pocos años, como este pasado 27 de septiembre en Catalunya, cuya explicación ya la daba hace cuatro siglos Nicolás Maquiavelo: “la dificultades aparecen cuando se conquistan dominios en una región con lengua, costumbres y leyes diferentes, y hay que tener mucha suerte y mucha habilidad para conservarlos (…) Y quien se adueñe de una ciudad (o Estado) acostumbrada a ser libre y no la destruya, que se espere ser destruido por ella, porque el nombre de la libertad y de las antiguas instituciones siempre encuentra refugio en la rebelión, y ni el tiempo transcurrido ni los beneficios obtenidos pueden hacer que sean olvidadas”.