LA RESISTENCIA ANTIIMPERIALISTA DE
NUESTRO PUEBLO
Aitzol Altuna Enzunza
Se llama imperialismo al dominio militar
de un Estado sobre otro cuyos recursos materiales y humanos explota en su interés.
La riqueza de estos países imperialistas es directamente proporcional a la
explotación de los pueblos o Estados que invaden. Como muestra de ello podemos
acudir al Museo de Louvre o el Museo Británico, auténticas exposiciones de
todos estos saqueos; sin olvidarnos del monasterio de San Lorenzo del Escorial,
el Palacio de Versalles y tantos otros grandes monumentos al robo a gran escala
y a la codicia desmedida.
Nuestra existencia actual y
nuestra idiosincrasia (idioma, cultura, Fueros, forma de ser etc.), sólo se
explica porque creamos un Estado tras las dos Batallas de Orreaga donde
detuvimos el avance de imperialismo franco, la primera vez el 15 de agosto del
año 778 y la segunda en el año 824 donde además elegimos a nuestro primer jefe
de Estado, Eneko Aritza. Fue el reino o Estado de Nabarra hasta su total
invasión quien nos defendió de las constantes agresiones de los Estados
expansionistas.
Recordemos tres de los episodios
principales del imperialismo español y francés contra Nabarra. En la Nabarra
Occidental desde Burgos, el rey invasor Alfonso VIII de Castilla, sustituyó la
originaria soberanía Nabarra por la castellana en San Sebastián el 16 de agosto
del año 1202 y en Hondarribia en 1203, cambiando su Carta Puebla de villa
Nabarra por la castellana, siempre bajo la amenaza armada del ejército invasor:
“si alguien actuare contra este mandato incurre en la regia indignación y pague
1.000 aureos”.
Sobre la brutalidad de la
conquista española contra la parte central de Nabarra en el año 1512 con
violaciones, muertes, persecuciones sistemáticas, destrucción de sus murallas
etc., el historiador nabarro Manex Goyhenetche decía que “Nabarra fue el primer
laboratorio de observación y aplicación del maquiavelismo”.
En 1620 el rey francés Louis XIII
de Francia irrumpió con su ejército en el Estado soberano del Beárn y desde allí impuso el Edicto de la Unión al
Estado de Nabarra reducido a la actual Baja Nabarra. Comentaba con una fábula
el historiador coetáneo a los hechos André Favyn en su libro “Histoire de
Navarre”: “Los lobos aconsejaron a las ovejas que para vivir juntos en
amistad habitual, éstas les tenían que entregar sus perros, y una vez estos
estrangulados, dieron buena cuenta de las ovejas”.
La conquista de Nabarra no fue
más que violencia imperialista que contraviene cualquier derecho internacional,
como demuestra la necesidad de falsificar bulas papales que la justificasen frente
al resto de reinos cristianos, así como los testamentos de Alfonso VIII y de su
hijo Fernando III de Castilla donde prometía devolver la Nabarra Occidental a
sus legítimos reyes; del mismo modo que los testamentos de los primeros reyes de
España pedían a sus descendientes revisasen la “legitimidad” de su conquista,
pues sabían que no fue más que un acto de brutalidad imperialista y de codicia,
testamentos del muy católico Fernando II el Falsario, el de su nieto el
emperador Carlos I y el de su biznieto Felipe II. En la Nabarra continental, el
testamento de Enrique III separando Nabarra de Francia fue ignorado por su hijo
Louis XIII de Francia el cual impuso su voluntad anexionista al pueblo nabarro
mediante la fuerza de su ejército contra el derecho legítimo emanado de las Cortes
o Estados Generales de Nabarra que le negaron tal autoridad pero que nada
pudieron hacer ante la superioridad bélica francesa.
El imperialismo como crimen
contra la humanidad, no prescribe. Recordemos que se considera crimen de lesa humanidad
o contra la humanidad "el asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y
cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por motivos
religiosos, raciales o políticos, cuando dichos actos o persecuciones se hacen
en conexión con cualquier crimen contra la paz o en cualquier crimen de
guerra". Todos estos crímenes contra la humanidad han sido practicados por
los imperialistas contra los nabarros por el hecho de serlo a lo largo de todo
su territorio; no son crímenes que se dieran tan sólo durante la conquista,
sino que son sostenidos en el tiempo aprovechando cualquier guerra interna o
externa, dictadura o circunstancia que los haga más aceptables para el resto de
Estados y sus conciudadanos con innumerables ejemplos que llegan hasta el
presente.
El pueblo invadido primero y colonizado
después, mientras tiene capacidad, se defiende. Mientras el pueblo resiste,
existe la posibilidad de ser libres y romper la violencia a la que estamos
sometidos todos los días. El ejemplo de esta resistencia o legítima defensa son
todas las matxinadas o revueltas populares frente a los contrafueros o las
diferentes guerras forales en las que nuestro pueblo armado intentó defender lo
que es suyo: sus instituciones, sus leyes consuetudinarias o Fueros, en fin, nuestra
idiosincrasia, cultura e idioma propios. Durante el siglo XX hemos tenido
también varios ejemplos de esta resistencia, sólo la falta de una estrategia
clara pudo privarnos de la tan ansiada libertad. Hoy no somos otra cosa que la
resistencia nabarra frente al imperialismo uniformizador y totalitario (Nafar Erresistentzia).
El Estado totalitario desde su
creación cambia y se transforma para adaptarse. Así recientemente pasó del
franquismo o el gaullismo en Francia a la socialdemocracia o a modelos
liberales, y hará todos los cambios que necesite para subsistir, sin renunciar
jamás a lo esencial: la explotación y el control absoluto de sus ciudadanos y de
las riquezas naturales del territorio, contando siempre para ello con su último
recurso: el uso de las Fuerzas de Seguridad del Estado incluido su ejército y sobre
el que descansa su soberanía.
Somos una nación porque nos
negamos a integrarnos en estos Estados Imperiales y Gran Nacionales con la
suficiente resistencia como para no perder nuestras características específicas
como pueblo frente a la violencia primigenia de los imperialistas,
características -sin ser mejores ni peores- que nos distinguen como un pueblo
diferente a los pueblos ocupantes, el español y el francés, del mismo modo que
estas naciones no quieren ser alemanes, ingleses o marroquíes por ejemplo.
“A partir de la fecha en que los Estados que
denominamos modernos inician su desarrollo –en plena Edad Media– los distintos
territorios que integran Euskal Herria no han gozado ya de otra independencia
que la que les ha conferido y garantizado el hecho de haber formado parte del
Estado Nabarro, cima de nuestro proceso de institucionalización del poder
político. Por ello el Estado español y francés han tratado –a lo largo de
muchos siglos y con toda clase de medios– de acabar con el Estado nabarro sin
conseguirlo del todo. La historia nos enseña que nuestra lucha continua por la
libertad ha sido la lucha por la recuperación de la estatalidad que el
nacionalismo español y el francés han pretendido aniquilar” (Joseba
Ariznabarreta).
Es por ello que toda resistencia
organizada constituye, de una forma u otra, la pervivencia de nuestro Estado. Todo
lo demás, ya sean partidos, uniones de partidos o plataformas de todo tipo para
participar en las elecciones imperialistas que españoles o franceses montan para
nosotros o en referéndums custodiados por éstos, por sí mismos, sólo pueden
conducir a la derrota total de nuestro pueblo hasta su desaparición mediante su
asimilación paulatina (el imperialismo no tiene prisa), ya que la violencia
imperialista que se ejerce contra nosotros queda legitimada a los ojos del
mundo por la aceptación tácita o explícita de sus fraudulentas y totalitarias
elecciones totalmente antidemocráticas en nuestras tierras, pues sólo un
gobierno nabarro está legitimado legalmente a convocarlas.
España y Francia para ser
democráticas, tendrían que reconocer la conquista armada de Nabarra y dejar a
los nabarros que decidamos si queremos ser españoles o franceses, pero el
esfuerzo para llegar a ese punto en un estado totalitario es el mismo que necesitaríamos
para independizarnos. Sólo habrá democracia cuando recuperemos la estatalidad,
cuando podamos decidir nuestro futuro sin la imposición armada de los
imperialistas y convocar nosotros a través de nuestro gobierno provisional las
elecciones. Es el derecho de autodeterminación, el primero de los derechos de
un pueblo, equivalente al derecho a la vida y a la libertad de un ser humano
frente a los diferentes modelos de esclavitud que nos impone el imperialismo.
La independencia, ser de nuevo un
Estado libre y la democracia son lo mismo para un nabarro. Sin
embargo, nuestra capacidad actual para resistir contra la enorme violencia que
estos profesionales del imperialismo ejercen contra nosotros es muy pequeña al
estar divididos, sin una clase dirigente y una estrategia que aúne todas
nuestras fuerzas.
Pedro Mariscal de Nabarra fue
encarcelado en Simancas durante la conquista de la Nabarra central en el siglo
XVI, los españoles intentaron bajo tortura que reconociera la legitimidad de su
conquista, su figura era de un gran peso político en toda Nabarra; resistió a
sus torturadores y no firmó el documento que le presentaban, siendo finalmente
asesinado tras 14 años en prisiones alejadas de su patria por miedo a que su
presencia incitara a levantarse de nuevo a los nabarros. Cuando le preguntaban
por qué no aceptaba todas las riquezas y títulos que le daban por su traición (que
hoy se llamarían Cupo, Concierto Económico, Diputaciones o Gobiernos Autonómicos),
contestaba: “Nafarra naizelakotz, espainola ez naizelakotz” (porque soy
nabarro, porque no soy español).