LOS ESPAÑOLES SON AMARILLOS


LOS ESPAÑOLES SON AMARILLOS
Alots Gezuraga, Errigoiti




El mes pasado acudí a un cursillo a Madrid, de esos que paga FORCEM, en el caso del reino de España, primero tienes que avisar qué curso vas a dar, presentando las identidades de los asistentes, ponentes y temario, para después poder pasar la factura de gastos (comidas, ponentes, hoteles, aviones etc.), con ello siempre queda la posibilidad de que un inspector acuda a comprobar que efectivamente se está llevando a cabo la sesión programada y tal y como fue mandada al FORCEM. Normal, dirán ustedes, pues no, en países donde los seres humanos han evolucionados hacia un grado superior de madurez, a final de año presentas al FORCEM o equivalente los cursos dados, los gastos que has tenido junto a las firmas de los asistentes y santas pascuas. Todo esto lo pongo como un ejemplo práctico de algo que nos enseñaron en el curso.

El curso al que acudía a Madrid versaba sobre “Técnicas de venta”, en la misma se explicaba que cada cliente actuaba, en general, en virtud a cuatro patrones psicológicos que se podían asimilar o resumir en cuatro colores. El color rojo responde al patrón de una persona agresiva, muy radical en sus gustos, poco estable, que no se casa con nadie. El color azul es el de una persona al estilo del patrón estereotipado de un alemán del norte: gente muy metódica, de pensamiento muy estandarizado y poco imaginativo, personas de carácter muy estable. El verde es el color de una persona empática, que le cuesta al principio entablar relación pero luego es un gran amigo, una persona noble, estable. El amarillo es el color de una persona extrovertida, amigo de sus amigos, ruidosa, pero a la vez inconstante, que se le va la fuerza por la boca como a la gaseosa.

A todos los asistentes al curso, 40 personas cada una de una provincia del reino de España incluidas sus colonias peninsulares, nos pidieron que eligiéramos el color con el que más nos identificáramos, pues aunque todos tengamos un poco de cada color, es uno el que predomina en nosotros o a lo sumo la mezcla de dos. Mi sorpresa fue mayúscula, pensé que nadie elegiría el rojo, es lógico, nadie se ve a sí mismo como una persona “agresiva”, creí que, salvo algún andaluz de Cádiz, nadie diría que es un amarillo puro, pues no. Mi sorpresa fue que todos los españoles eligieron el color amarillo sin dudar y sin mezclas y sólo 3 asistentes elegimos el verde-azulado, los tres nabarros del curso -dos bizkainos y un alto nabarro-. Fue como una declaración de independencia: los nabarros y españoles somos psicológicamente incompatibles, dos pueblos de carácter opuesto.

No pude concentrarme el resto del curso, sólo pensaba en esa curiosa confesión, los españoles son con mucho orgullo ¡amarillos!: histriónicos, exagerados en los gestos, apasionados pero poco estables, en el fondo: infantiles, impuntuales, poco fiables, gentes sin palabra, es decir, todos los españoles son como cualquier personajillo de sus revistas del corazón, ¡ahora me cuadra!.

Ésta es la demostración definitiva, científica: huid, huid compatriotas del color amarillo, ¡dicen que da mala suerte!