STOP A NUESTRO GENOCIDIO

STOP A NUESTRO GENOCIDIO
Aitzol Altuna Enzunza 


William A. Schabas Director del Centro Irlandés de Derechos Humanos: “Resolución 96 (I) de la Asamblea General Las Naciones Unidas de diciembre de 1946, en vigor desde 1951: “el genocidio es un delito de derecho internacional contrario al espíritu y a los fines de las Naciones Unidas y que el mundo civilizado condena”.

El artículo I de dicho documento hace la importante aclaración de que el genocidio puede ser cometido “en tiempo de paz o en tiempo de guerra”. El genocidio se divide en tres categorías: genocidio físico, biológico y cultural.

Art. II “El genocidio es un crimen cometido con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”, mediante: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.

Dicho artículo sigue estando limitado a la destrucción física intencional del grupo, sin comprender a los ataques a su existencia que entrañen la persecución de su cultura o el fenómeno de la “depuración étnica””.

Amparados en la falta de legislación internacional contra el genocidio cultural y, en parte, el biológico, los baskones y catalanes soportamos a diario intentos de imponer la cultura de los Estados español y francés. Así es como el presidente del Congreso español negó la palabra a un diputado catalán por hablar en su idioma en el Congreso español, con lo que quería este diputado mostrar su enfado por una sentencia de un tribunal español en Catalunya de abril del 2013 (s. XXI), por el que, si un solo alumno pide que el profesor enseñe en castellano (considerado el único idioma obligatorio en todo el Estado español), todo el centro debe de hacerlo. La expresión espontánea del presidente del Congreso, es un claro ejemplo de un genocida cultural, en este caso, lingüicida: "Me obliga a sacarle la palabra”.

Con la conquista de nuestro Estado y la destrucción de nuestras instituciones, el genocidio físico y biológico primero, así como el genocidio cultural después, son las tres formas de genocidio que se nos está aplicando de manera sistemática y prolongada en siglos a los baskones. Cuando se piensa en el genocidio se piensa en los asesinatos masivos de los fascistas alemanes o nazis de judíos en las cámaras de gas, sin embargo la destrucción de un grupo nacional o étnico no tiene por qué comprender su destrucción física o biológica, lo cual sólo se da en casos extremos, sino que también existe el genocidio cultural, manifestado principalmente en el lingüicidio y la aculturización.

Raphael Lemkin era polaco de ascendencia judía (1900-1959) y es el padre de la palabra “genocidio”. Lemkin, abogado y filósofo, en Columbia University Press (USA) publicó un libro titulado "Axis Rule in Occupied Europa” (“El dominio del Eje en la Europa ocupada” 1944), en el que se basó la ONU para escribir la resolución mencionada de 1948. Lemkin era entonces un desconocido, pero su libro llegó a ser una de las obras más importantes del pensamiento político en el siglo XX: “Por genocidio nos referimos a la destrucción de una nación o de un grupo étnico. Esta nueva palabra, acuñada para denotar una antigua práctica, en su desarrollo moderno, proviene del griego antiguo genos (raza, tribu) y del latín cide (matanza) y corresponde, por su formación, a palabras tales como tiranicidio, homicidio, infanticidio, etc.”.

Esta palabra sustituía para Lemkin a la palabra “desnaturalización”, la cual consideraba inadecuada porque no connota la destrucción de la estructura biológica, tampoco que la nación opresora trata de ocupar la posición de la nación oprimida y además algunos autores usaban el término “desnaturalización” para significar sólo la privación de la ciudadanía.

Raphael Lemkin: “Los objetivos de un plan como ese serían la desintegración de las instituciones políticas y sociales, de la cultura, de los sentimientos nacionales (…). El genocidio se dirige contra el grupo nacional como entidad y las acciones implicadas están dirigidas contra los individuos, no como tales sino como miembros del grupo nacional”.

La primera desintegración fue la del Estado baskón de Nabarra (s. XI al XVI). Después la de nuestros Fueros e instituciones baskonas en las diferentes Guerras Forales de los s. XVIII-XIX, en función de la oposición que el Pueblo baskón pudo ejercer. Así, la Revolución Francesa eliminó los Fueros -que habían ejercido de colchón frente a los idiomas imperiales- y pasó a perseguir todos los idiomas que no fueran el francés con quemas masivas de publicaciones y la persecución de los hablantes. Los 90 libros escritos hasta entonces en euskera fueron quemados, además se convirtieron en habituales los castigos físicos y las multas a los euskaldunes. El genocidio lingüístico o lingüicidio tuvo su momento cumbre con los jacobinos Grégorie y Barére que consideraban en un informe el euskera como "un idioma de personas proclives al fanatismo y un obstáculo para la propagación de las luces". Según el propio Grégoire, sobre 8 millones de “franceses”-uno de cada tres- cometían el delito de no saber francés.

Dentro de ese plan se enmarcan también todas las políticas que comenzaron desde el siglo XV con Antonio Nebrija e Isabel “la Católica” en la corona castellana primero y en la española después. La persecución sistemática al euskera lo trajo el centralismo borbónico a principios del siglo XVIII, aprovechando la creación de las escuelas de primeras letras en Francia y España, lo cual fue decisivo en el retroceso territorial y social del euskera a principios del siglo XVIII.

Toda la administración de los Estados invasores participa del genocidio. Sirva como texto significativo las instrucciones que el Fiscal del Consejo de Casilla dictaba en 1716 para la introducción del castellano: “utilizar instrucciones y providencias muy templadas y disimuladas, de manera que se consiga el efecto sin que se note cuidado (...). Porque en Navarra se habla bascuence en la mayor parte y van a gobernar Ministros Castellanos”. El periódico madrileño “el Imparcial” lo decía claramente en aquellos días de finales del siglo XIX tras la Segunda Guerra Carlista: “Quitarles los Fueros no es suficiente, tenemos que quitarles ahora la lengua” y casi lo consiguieron.

Toda esta extrema situación contra el euskera debido a una presión centralista en Francia y en España en todos los frentes (genocidio cultural), llevo a decir a Wilhem von Humboldt (1809): “En menos de un siglo quizás desaparezca el vascuence de la lista de las lenguas vivas.”

Raphael Lemkin: “De manera general, la palabra genocidio no significa necesariamente la destrucción inmediata de una nación, excepto cuando se lleva a cabo a través de una matanza masiva de todos los miembros de una nación. Con mayor exactitud, significa un plan coordinado de diferentes acciones que buscan la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de grupos nacionales con el propósito de aniquilar a estos mismos grupos”.

Los baskones también hemos padecido la eliminación física de personas por el hecho de ser vasca, empezando por todas las Guerras para conquistar el Reino baskón de Nabarra, como los 5.000 defensores de Nabarra muertos en las campas de Noain en junio de 1521 o toda la población civil que fue pasada a cuchillo por resistirse al invasor.

En Iparralde la persecución sistemática del idioma llevó a deportaciones masivas tras la Revolución Francesa de vascos a zonas pantanosas de las Landas por no saber francés y después por no querer luchar contra otros vascos en la Guerra de la Convención, sobre 4.000 vascos murieron en cada uno de los genocidios físicos y fueron repoblados los municipios con franceses en un genocidio biológico.

Dentro del mismo contexto pero al otro lado del Bidasoa, la ciudad de San Sebastián unida a la República francesa y tras pedir su independencia anterior a 1200 cuando era puerto del reino baskón de Nabarra, fue masacrada. El donostiarra Antonio Mendizabal lo explica así: “La entrevista Wellington- Castaños (principales Generales inglés y español) queda aclarada: ingleses y portugueses al mando de un nadie tomarían la ciudad, la masacrarían y quedaría el generalato español y sus huestes vírgenes de polvo y paja (…)".

En el acta levantada por los supervivientes en Enero del inmediato 1814 que se publica en el libro “La Reconstrucción de San Sebastián” se describen las barbaridades cometidas sin cuento: las violaciones sobre cadáveres, los acuchillamientos de madres sobre sus hijos, el salvarse hundiéndose en los pozos negros y los incendios de portal en portal. De 600 casas saqueadas, 500 quemadas, todas las niñas y mujeres violadas, 1.600 familias donostiarras arruinadas, unos 1.000 muertos civiles, aunque nadie lo sabe cierto...”.

El último gran mazazo al euskera en la península vino del franquismo (nacional catolicismo) o fascismo español (único país Europeo donde triunfó), que continuó el genocidio físico con los primeros bombardeos de civiles de la historia entre los que el de Gernika de 1937 es el más conocido, pero que padecieron otros muchos los municipios como Otxandiano, Durango, Galdakano, Bilbao etc. Sin olvidarnos de los más de 3.000 fusilados en Alta Navarra sin ser frente de guerra contra los que el fascismo español llamaba “rojos y separatistas”.

Raphael Lemkin: “El genocidio tiene dos fases: una, la destrucción del patrón nacional del grupo oprimido; otra, la imposición del patrón nacional del opresor. Esta imposición, a su vez, se puede realizar sobre la población oprimida a la que se le permite quedarse o sobre el territorio mismo después de retirar a la población y colonizarlo con los ciudadanos del grupo opresor”.

Con el franquismo o fascismo español desaparecieron los euskaldunes monolíngües tras unos 20.000 años, ya que no se conformó con prohibir su enseñanza o cualquier texto en euskera como en ocasiones anteriores habían hecho otros dictadores españoles, sino que los fascistas incluso prohibieron hablarlo y siguió al genocidio cultural el genocidio biológico o quizás habría que llamarlo físico con la limpieza étnica de la población mediante la inmigración masiva del campo español al País Vasco y Catalunya.

La Asamblea General de Naciones Unidas en la Convención sobre la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio mencionada (1948), en su Artículo II enumera los cinco actos que pueden constituir genocidio, y que aparecen en el encabezado del artículo, entre los que está: “Infligir deliberadamente sobre el grupo condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física en todo o en parte”.

Al morir el último dictador español, el 53% de la población de los territorios de la Nabarra Occidental no había nacido en los mismos, eran inmigrantes españoles que no hacían nada por respetar la cultura del Pueblo que no los podía acoger o defenderse pues estaba amordazado de pies, manos y boca y su gobierno estaba en el exilio. La llegada de inmigrantes del campo español a Nabarra, lejos de ser fruto de una tendencia natural de su economía, fue fruto de una dictadura que buscaba la eliminación de un poder que le resulta difícil de controlar: el del Pueblo baskón, por lo que aplicó toda su brutalidad para lograr el exterminio de su idiosincrasia y conciencia de Pueblo, con cierta analogía a lo que ya había hecho Stalin para entonces .

El fascismo español convirtió a las “provincias” calificadas de “traidoras y separatistas” de Bizkaia y Gipuzkoa en repetidas guerras de eliminación política (en las dos Guerras Carlistas en el siglo XIX y el alzamiento de 1936), en las más ricas y, curiosamente también, las más densamente pobladas, no ya de España, sino incluso de Europa. En tan sólo 10 años, los más duros del franquismo, los que van de 1950 a 1960, en Barakaldo se construyeron 9.072 viviendas (tenía hasta entonces 8.270), Portugalete pasó de 2.380 viviendas a 5.553 (21.000 hab/km2, ¡la población con mayor densidad de toda Europa!), Basauri de 2.200 a 4.909, en Bilbao, por ejemplo, de 300.000 habitantes casi la mitad no eran siquiera nacidos en el País Vasco. Galdakano pasó de poco más de 7.000 habitantes en 1936 a casi 30.000 en 1975, es decir, multiplicó por 4 su población durante el fascismo español. Francia fue más sutil y promovió el movimiento de franceses hasta nuestra costa mediante el turismo masivo ante la cual la población nacional se vio superada.

Raphael Lemkin: “Cuando Alemania ocupó los diferentes países, Hitler consideró la administración de aquellos de tal importancia que ordenó a los Comisionados y gobernadores del Reich ser responsables directamente ante él”. España y Francia trocearon el Estado de Nabarra que conquistaron manu militari para su mejor digestión, destruyeron nuestras instituciones imponiendo las suyas, trajeron a sus políticos o escogieron mediadores entre los nacionales allí donde les eran o les son aún útiles , y están tratando de absorber a nuestros ciudadanos mediante su colonización mental por todos los medios posibles y bajo el amparo de las Naciones Unidas que no permiten el genocidio cultural.

Sólo un proyecto nacional basado otra vez en el Pueblo baskón con una estrategia común, puede librarnos del final que el imperialismo tiene previsto, desde hace muchos siglos, para nosotros. Hoy sólo hay una vía para liberarnos de nuestro genocidio: la independencia.