LA DEMOCRACIA EMPIEZA CON LA INDEPENDENCIA


LA DEMOCRACIA EMPIEZA CON LA INDEPENDENCIA
Alots Gezuraga

Los vascos nos autodeterminamos en Orreaga: fundamos nuestro Estado desde las bases del primer intento que fue el Ducado de Baskonia. Nuestro “Askatasun Eguna” o “Día de la Independencia” fue el 15 de agosto del año 778 en el que derrotamos al poderoso ejército imperialista franco, ratificándolo después en el año 824 en la Segunda Batalla de Orreaga, en el mismo lugar contra el mismo y empecinado enemigo, al elegir entre todos los vascones que participaron a nuestro jefe de gobierno: Eneko Aritza.

El poder de los imperialistas en nuestra tierra se basa en tener un ejército que nos derrotó y que subyuga a nuestro Estado. Desde entonces, el imperialismo viene periódica y constantemente erosionando a nuestro pueblo: nuestra cultura (mediante los medios de comunicación o la enseñaza por ejemplo), nuestras leyes (con la supresión foral) o nuestro idioma (hoy por hoy unos pocos en zonas aun no desnaturalizadas son capaces de vivir íntegramente en euskera).

Los imperialistas también están condicionando negativamente nuestra economía, como está quedando aún más evidente estos últimos años. España y Francia tienen unos intereses económicos diferentes a los nuestros (e intereses políticos contrarios), por tanto es imposible que España o Francia nos representen adecuadamente en foro alguno. En la configuración mundial y de la Unión Europea, presente y futura, si uno no es un Estado, el poder de decisión es nulo. “La libertad es un factor determinante de desarrollo económico, sólo hace falta constatar que los países más libres son los más desarrollados”.

Hoy por hoy, a los imperialistas no les hace falta tener permanentemente tanques en nuestras calles, les basta con aprobar leyes contra nuestros intereses y después pagar a políticos, funcionarios, policías y jueces para que las hagan cumplir. Hay que recordar a los más olvidadizos que donde hay un problema nacional, no hay democracia, es imposible. Es más, si no hubiera un problema nacional, no estaríamos aquí, al dejar de resistir, simplemente, habríamos dejado de existir.

La llamada “Transición Democrática” en España nunca ha existido ni se ha pretendido, entre otros muchos aspectos porque no se han respetado las voluntades de los antiguos Estados con sus naciones o pueblos aún vivos, ni ha habido separación de poderes e incluso los Estatutos de autonomía han quedado en agua de borrajas. Un supuesto pacto, donde una de las partes puede romperlo cuando quiera y la otra no, no es más que una imposición de conveniencia para los imperialistas y sus colaboradores.

Ante este panorama, los partidos políticos con siglas vascas, aseguran que su principal objetivo es democratizar el imperialismo (el único que manifiestan tener actualmente) y hacia el cual están dedicando toda su estrategia y energía política -desde hace décadas los unos y desde hace meses los otros-, para ello llevan a la metrópoli, una y otra vez, proyectos que permitan “encajarnos” en el entramado administrativo-policial del imperialismo (como el Plan Ibarretxe o el acuerdo Amaiur-ERC por citar los intentos más recientes).

Para democratizar un Estado imperialista, previamente, deberíamos de aceptar los nabarros participar voluntariamente de las mayorías y minorías del mismo con mecanismos que nos permitieran salirnos si en un momento dado no nos interesara continuar: y eso jamás ha ocurrido (ni ocurrirá). Democratizar España o Francia para que reconozcan después su ocupación militar de Nabarra o la creación un nuevo Estado vasco, es un trabajo superior a recuperar la independencia directamente sin ese paso previo (y que pasaría por cambiar la mentalidad imperialista de todos los españoles y franceses).

No hubo un referéndum originario para crear los Estados que nos oprimen (ni siquiera tras el franquismo desde el que se gestó el actual “segundo franquismo”), ni hubo incorporaciones voluntarias a los mismos de territorios de otros Estados (Bretaña o Nabarra por ejemplo), ni esos Estados imperialistas consentirán referéndum alguno en ese sentido (salvo que tengan claro que lo van a ganar por goleada ante nuestra inducida debilidad). Democratizar España o Francia sólo tendría sentido si nuestro pueblo hubiera dejado de luchar por ser libre.

Qué diferente es en realidad el derecho de autodeterminación que tan bien explicó el líder ruso Lenin: “El derecho de autodeterminación de las naciones significa exclusivamente el derecho a la independencia en el sentido político, a la libre separación política de la nación opresora”.

El derecho autodeterminación, nada tiene que ver con el circo electoral imperialista, está totalmente al margen: nosotros decidimos si dejamos de resistir y dejamos de ser nabarros o recuperamos nuestra libertad siempre y cuando seamos capaces de concentrar nuestras fuerzas y consensuar una estrategia una vez más como en Orreaga: unilateralmente como entonces, no hay que pedir permiso a nadie y menos a los imperialistas (incluso si se decide refrendarlo después en un referéndum popular, las condiciones de éste se marcarán unilateralmente y siempre que se esté seguro de que se va a ganar). 

Es más, la ONU respalda en virtud de una resolución del Tribunal Internacional de la Haya del 15 julio del año 2010, la declaración unilateral de independencia de países como el nuestro. En un país ocupado, el tan cacareado como incomprendido “derecho” o mejor “ejercicio” de autodeterminación, es la declaración unilateral de independencia: y ninguna otra cosa.

Sin el ejercicio de autodeterminación no existe pueblo, el pueblo que no se autodetermina diariamente, simplemente, desaparece. En nuestro caso, nuestra diaria negación a ser españoles o franceses es nuestro ejercicio de autodeterminación nacional, lo mismo que nuestra determinación hoy de recordar nuestro “Askatasun Eguna”. Ser consciente de que somos un Estado y una nación militarmente ocupada, cambia toda la estrategia política de este pueblo y nuestra posición ante la opinión internacional, desmonta muchos mitos y siglos de “síndrome del colonizado” que nos han ido conduciendo al actual aparente camino sin salida. No existe una colonia francesa o española que no se haya independizado por sus propios méritos y tras fuerte resistencia de la metrópoli (y han sido muchas las colonias que como nosotros han padecido su explotación y ya no la padecen).

Es la época de nuestro I+D+i político, es decir, la independencia; sin ella no hay democracia. Como dice un patriota amigo mío: “Es un camino largo, pero también el más corto”.