EL INCONCLUSO ESTADO NACIÓN

EL INCONCLUSO ESTADO NACIÓN 

Aitzol Altuna Enzunza



Primera edición de la Constitución española de 1978, con el escudo franquista en señal de validación y visto bueno del Régimen fascista al mismo 

“El Estado es el más frío de todos los monstruos: miente fríamente y ésta es la mentira que sale de su boca: ‘Yo el Estado soy el pueblo’. ¡Qué gran mentira!
(…) En todas partes donde todavía existe, el pueblo no comprende al Estado y lo detesta como al mal de ojo y como una derogación de las costumbres y las leyes” Nietzsche, “Así hablaba Zaratustra”.

LA NECESIDAD DE UN ESTADO PROPIO

La existencia del Estado revela la división social en un territorio determinado entre gobernantes y gobernados, los cuales tratarán de organizarse de un modo que favorezca el incremento del poder global de los unos respecto de los otros. 

Las diferentes configuraciones estatales nos indican la posición que mantienen gobernantes y gobernados, tal y como explica Joseba Ariznabarreta en su libro “Pueblo y Poder” (https://www.amazon.es/Pueblo-y-poder-Joseba-Ariznabarreta/dp/8461166493).


A finales de la Edad Media, los grandes imperios, pese a contar con el apoyo de la Iglesia, se mostraron incapaces de contrarrestar las fuerzas centrífugas que contenían en su seno, y otras unidades políticas más pequeñas, como las ciudades de la Baja Edad Media o del Renacimiento, tampoco poseían el poder necesario para competir exitosamente con Estados o reinos poderosos que contaban ya con una amplia base nacional de carácter fundamentalmente lingüístico.

EL ESTADO NACIÓN 

Sin embargo, el Estado nunca hubiera podido imponerse durante mucho tiempo sin disfrazarse de pueblo, de nación. Por eso, la formación del Estado moderno es coetánea del proceso de nacimiento y desarrollo de las naciones. 

La permanente asociación histórica del Estado con la nación, revela a su vez la congénita incapacidad del Estado para obtener la lealtad, el amor y los sacrificios que exige de los ciudadanos y que sólo logra convirtiéndose en UNA nación mediante asimilación, represión o aniquilación de otras naciones cuando las circunstancias así lo requieren.

"El Estado de Nabarra y la Revolución Francesa"
Artículo sobre lo que supuso la Revolución francesa para los vasconabarros:
Todo el poder del Estado reside en el poder de las masas que lo sostienen y apoyan, por lo que es tan importante para él apoderarse del corazón y la opinión de las mismas, a fin de convertirlas en UN pueblo o nación y confundirlo con el Estado e incluso con el gobierno. 

Muchas naciones han sido creadas de este modo, artificiosamente, a sangre y fuego como Francia y España; otras son el resultado de democrática o voluntaria reunión de diferentes pueblos movidos por el deseo de sobrevivir en un mundo de Estados: Suiza, Holanda y Nabarra entre otros. 



En la modernidad, las naciones que más temprano se convirtieron en modelos clásicos de una u otra de dichas formas de organización política fueron Francia (prototipo del totalitarismo moderno) e Inglaterra (espejo en el que se miraron los pueblos europeos que aspiraban a organizarse en libertad)

Después de la invasión de los normandos, Inglaterra se encontró con una población bastante homogénea y democráticamente jerarquizada, lo que le permitió sortear de alguna manera este problema durante algún tiempo, tal y como explica Ariznabarreta (Cuaderno 13: Totalitarismo vs Democracia).

UN PROYECTO INCONCLUSO



Pero, hay que señalar que, como es evidente, el proceso no ha finalizado y, a tenor, sobre todo, de modificaciones en los avatares del conflicto, siguen produciéndose en el mundo occidental constantes ensayos de creación, adopción, retoque y adaptación no sólo de nuevos gobiernos, sino de nuevos regímenes, sistemas políticos e, incluso, tipos de Estado que suponen avances o retrocesos hacia alguno de los extremos del continuo.

Los Estados totalitarios puros son los que los jefes de Estado gobiernan sin oposición real y según sus necesidades o codicia personal, los cuales llegaron a su cenit en Europa con la Francia del Bourbón Luis XIV, “el rey Sol”, el cual decía -no sin razón-, que “el Estado soy yo”, estaba en su plenitud el modelo absolutista. 

El Estado español trató durante mucho tiempo de imitar el modelo francés cuya perfección y efectividad totalitarias no ha cesado de envidiar y que no alcanzó hasta la dictadura del General Franco (1936-1978).


El modelo totalitario del absolutismo, quebró por la ineptitud precisamente de los Bourbones, pero se reconstruyó a sí mismo tras Revolución Francesa, evolucionando a otro punto cumbre del totalitarismo mediante una carrera imperialista a nivel mundial, para llegar al siglo XX al fascismo y al comunismo estalinista, con sus imitadores mediante dictaduras por toda Europa, América y Asía que copiaban la esencia de los mismos.

LAS DICTADURAS

Teatro Arriaga 20 de abril de 1942, Bilbao. La Filarmónica de Berlín celebrando en cumpleaños de Adolf Hitler. 


Tras la caída de los Estados absolutistas basados en la concentración de todo el poder en la figura del rey, surgieron nuevos modelos de Estados totalitarios, pasaron de basarse sólo en su ejército y a lo sumo una élite aristocrática del absolutismo, a incluir también la fuerza bruta del pueblo, el cual tiene un poder infinitamente superior a los anteriores si es capaz de ejercerlo, tanto para bien (democracia) como para mal (totalitarismo).

Nietzsche en Alemania (1844-1900) y su discípulo Ortega y Gasset (1883-1955) en España, hablaban del “Super-hombre”, de la supervivencia del más fuerte y de la destrucción del más débil: el Estado debía de estar en manos de unos pocos hombres por ser superiores al resto. Estas ideas llevaron a Europa a una nueva etapa de imperialismo y sobre todo a las Dos Guerras Mundiales, en las cuales cayeron varios de éstos Estados totalitarios como el alemán o el italiano (pero pervivieron en su pureza en España o Portugal), no así el modelo totalitario alternativo  "de izquierdas" representado por la URSS.


Así, para Hitler o Stalin como antes para Napoleón, el pueblo francés, alemán o el ruso, era tan sólo un instrumento más para aumentar su poder y saciar su codicia personal. Para ello, les hicieron creer a sus “conciudadanos” (antes llamados “súbditos”, pero en ambos casos a sus pies), que sus intereses particulares eran el interés común de todos, y lo consiguieron.

“¿Es la democracia un medio para hacer que el pueblo consienta a lo que el gobierno se propone hacer, o que el gobierno haga lo que el pueblo quiere? Las dos cosas son muy distintas y, sin embargo, si lo único que queremos lograr es el consenso, se puede obtener de cualquiera de las dos maneras” A.D. Lindsay.


El comunismo marxista preveía que el pueblo proletario llegaría al poder y por tanto se acabaría con el dualismo gobierno-pueblo (“la dictadura del proletario” le llamó Marx). 

Por primera vez las necesidades del pueblo y del gobierno serían las mismas, en la lucha de clases vence la “masa” de Ortega y Gasset, vence el pueblo. Para ello Rusia eliminó a los zares por el politburó, pero el modelo final era muy similar al modelo de la República Romana, donde los patricios se alternaban en el control del Imperio que cada vez fueron haciendo más grande para aumentar su patrimonio invadiendo o controlando Estados y pueblos satélite hasta su total colapso.

El siglo XX desde la óptica del siglo XXI, es por tanto el de la continuación de los Estados totalitarios, los que se llamarán en general fascistas y comunistas, los de derechas y los supuestamente de izquierdas.

EL ESTADO NACIÓN EN ESPAÑA



"El Estado español ha ido eliminando paulatinamente a lo largo de la historia las resistencias de toda índole con las que se ha ido topando y que han hecho frente a sus pretensiones de detentar el poder en exclusiva. Las guerras de las Germanías y de los Comuneros, unidas a persecuciones y ajusticiamientos indiscriminados y a expulsiones masivas, forjaron la primitiva España en torno a una aristocracia terrateniente, premoderna y católica a su manera, así como la conciencia sumisa y resignada de los españoles ante el poder, solamente acicateada por sentimientos nacionalistas que el Estado ha sabido utilizar a su favor" (Joseba Ariznabarreta).


Tras la unión de los Reyes Católicos de gran parte de la península ibérica, siendo los aragoneses muchos menos que los castellanos, aquéllos fueron a su vez víctimas de la codicia de sus reyes e incluso el pueblo castellano al acabar el germánico Carlos V de Alemania y I de Castilla con los comuneros (el título de Carlos I de España es falso, no existió como no existía la nación española que sus reyes tendrán que "forjar").


Siglos después, ya no eran unos reyes y su casta de guerreros quienes hacían la guerra y después gobernaban los territorios invadidos, sino que será el propio pueblo español surgido sobre todo tras la invasión francesa (1808-12), quien, tras eliminar su resistencia interna, se lanzó a aplastar a los pueblos de los Estados que conquistaron y que aún no estaba asimilados (Granada 1492 o Nabarra desde 1054 hasta 1512-24) o que se unieron colateralmente al proyecto surgido de los Reyes Católicos (los países catalanes).


A continuación, había que agrandar el núcleo inicial sometiendo al resto de los pueblos y Estados peninsulares como el nabarro, sobre los que la monarquía había conseguido imponer su cetro y su legión de alcabaleros para crear desde arriba la nación que sirviera de relleno, justificación y soporte de los intereses exclusivos del Estado” (Joseba Ariznabarreta).

En el caso del español, durante los siglos XIX-XX, se deshizo de cualquier atisbo democrático tras una brutal limpieza ideológica y física por miedo a una implosión tras la pérdida colonial ultramarina (hablamos de las Guerras Forales mal llamadas Carlistas, golpes de Estado y de varias dictaduras). 



Siguió incluyendo a la Iglesia Católica como medio para controlar a las “masas”, es decir, el modelo totalitario y casi teocrático de sus fundadores los Reyes Católicos (aunque éstos nunca quisieron unir sus reinos), reyes de Castilla y de Aragón.

“Los tímidos conatos democratizadores de 1868, 1931 y 1977 han supuesto tantos fracasos debido a la debilidad social y organizativa de las fuerzas democráticas por un lado y a la resistencia del Estado (gobierno) a perder el control y la dirección monopolística de los recursos generados por la sociedad" Joseba Ariznabarreta


EL ESTADO NACIÓN DE NABARRA


Nabarra, por otra parte, acosada desde muy pronto por sus dos poderosos vecinos y enemigos, desarrolló a partir de finales del siglo noveno una forma de reino unido de carácter “democrático”, federal o confederal como un “pacto” entre el pueblo y su monarquía, la cual ni siquiera era hereditaria entre los primeros reyes; en los tiempos en los que el Estado moderno empieza a adquirir contornos definidos (siglos XIV, XV y XVI) chocará frontalmente Nabarra con su modelo basado en al poder local o municipal con el monismo centralista y la consecuente pretensión imperial y homogeneizadora hasta el genocidio de España y Francia.


Entre la “democracia” vasconabarra, asentada en el dualismo inherente a su específico derecho pirenaico, que los gobernados se encargaban de mantener también frente a las presiones de sus propios monarcas apoyados éstos por la Iglesia, y el precoz cesarismo español o francés, que busca, por caminos diferentes, pero de forma deliberada y planificada, erosionar y liquidar cualquier modalidad de reparto efectivo del poder, no cabían ya términos medios.


En un complicado juego diplomático, aprovechando los resquicios que dejaba la rivalidad entre los principales agresores, permitió todavía a Nabarra cierta vida política independiente, pero un preconcebido e imparable proceso contra ella había sido incoado en fechas tan tempranas como 1054, 1076 y 1200 por Castilla, y en menor medida por Aragón y Aquitania, y tras la conquista del núcleo principal del reino baskón en 1512-24 por una incipiente España y 1620 por Francia.


 
Durante lo que suele denominarse Antiguo Régimen, las características formales y materiales de los Estados vigentes mantuvieron la voluntad anexionista e integradora de estos últimos dentro de ciertos límites, escasos por la falta ya de soberanía, como pudo aún observarse en el sistema político foral, pero a medida que el despotismo se renovó y afianzó a la luz de una brutal y transparente relación de fuerzas, el desencuentro estructural se ponía cada día más de manifiesto, convirtiéndose Nabarra, como ha dicho un malogrado historiador, en “el primer laboratorio de observación y aplicación del maquiavelismo” (Manex Goyhenetche, “Historia General del País Vasco”).

Para conocer el Estado Moderno de Nabarra y sus características, se puede leer: https://lehoinabarra.blogspot.com/2014/07/como-era-el-estado-moderno-de-nabarra.html